COMO LOS BUENOS VINOS, CON EL TIEMPO ES MEJOR, POR ESO HOY
VICENTE FERNÁNDEZ
Y SU MÁS RECIENTE CD+DVD
“UN MEXICANO EN LA MÉXICO”
ALCANZA LA CATEGORÍA DE
DISCO DE PLATINO EN NUESTRO PAÍS
POR MÁS DE 60,000 COPIAS VENDIDAS.
UN DOCUMENTO DE GRAN VALOR HISTÓRICO Y ARTÍSTICO
15 DE SEPTIEMBRE DE 1984:
A LAS 16:00 HORAS, ANTE 54,000 ESPECTADORES,
UN HOMBRE HIZO RETUMBAR, CON SU IMPONENTE VOZ,
LA PLAZA DE TOROS MÁS GRANDE DEL MUNDO…
ESTA ES UNA CRÓNICA DE AQUELLA TARDE:
México, primeras semanas de 1984. El horizonte económico del país era alentador y su gente vivía un ambiente de estabilidad social que le permitía disfrutar plenamente de sus expresiones artísticas. La música popular con mayor exposición en los medios era la balada romántica representada por grandes figuras nacionales e internacionales; las voces de Julio Iglesias, Juan Gabriel, José Luis Rodríguez “El Puma”, José José, Manoella Torres, Ricardo Ceratto, Napoleón, María Medina, Raphael, Ricardo Montaner, Daniela Romo y Albert Hammond se escuchaban muy frecuentemente.
En el horizonte comenzaba a destacar, siendo todavía un niño, quien con el tiempo sería un personaje emblemático en la canción genérica en español, Luis Miguel. La música disco iba convirtiéndose en catálogo, mientras el rock en inglés desplegaba banderas en el mundo. Por su parte, la salsa y la cumbia sonaban en las pistas de baile incesantemente. Menudo, un grupo de adolescentes puertorriqueños ponía en el panorama una pincelada de color. Los discos de pasta de 33 r.p.m.. y los casettes integraban grandes colecciones entre los jóvenes.
La música mexicana, como se conocía entonces, poseía nombres propios: Rocío Dúrcal, Gerardo Reyes, María de Lourdes y por supuesto VICENTE FERNÁNDEZ.
La Monumental Plaza de Toros México, “la más grande y cómoda del mundo”, era el foro idóneo para las más importantes expresiones artísticas; en tal escenario se anunciaban algunos de conciertos de figuras de diversos países que no lograban llenar ni la tercera parte del lugar. A la par, el fenómeno Menudo atrajo un gran número de espectadores pero por errores en la organización hubo un incidente a la hora de la salida, que arroja como resultado un número considerable de heridos y obliga a las autoridades delegacionales al cierre del coso taurino para eventos de esta naturaleza.
VICENTE FERNÁNDEZ, gran cantante consagrado por un buen número de éxitos con enormes volúmenes de discos vendidos, anuncia en una entrevista radiofónica su intención de ofrecer un concierto en la Plaza México, cuyo fruto económico se destinaría a la beneficencia pública; él mismo lo denomina “UN MEXICANO EN LA MÉXICO”, como respuesta a los empresarios que cifraban su éxito en las figuras extranjeras.
Esta iniciativa es vista con buenos ojos por el Gobierno de la Ciudad de México, con lo cual se inician los trámites para reabrir la Plaza México a las expresiones artísticas populares, apuntando un especial interés por el tema de la seguridad. La televisión privada muestra interés a través del programa dominical de moda. El artista, la compañía disquera, la Regencia, la Delegación, la televisión y la radio, celebran numerosas reuniones para determinar las condiciones y la fecha en que se presentará el concierto “UN MEXICANO EN LA MÉXICO” con la actuación gratuita de VICENTE FERNÁNDEZ y el mariachi Juvenil Azteca. La recaudación total se destinará a los orfanatos y casas de ancianos que mantiene el departamento del Distrito Federal.
De las principales delegaciones de la capital, partirán autobuses para transportar sin costo alguno al público al lugar del evento; al término del mismo, los asistentes podrán abordarlos nuevamente para llegar al zócalo y participar en la gran noche mexicana.
La empresa televisora aportará el sistema de audio e iluminación y la escenografía será proyectada en un escenario central redondo, del cual se desprenderán cuatro pasillos en forma de cruz; por supuesto, se grabará el imponente espectáculo. La estación de radio hará la campaña de publicidad, transmitirá y conducirá el concierto.
Los boletos se venderán a precios populares en las 16 delegaciones. Se convoca a los medios escritos. Se invita al Presidente de la República, a la Primera Dama del País, al gabinete en pleno, al Regente de la Ciudad y a todos los funcionarios y delegados de la capital. Asistencia calculada: 54 mil personas, incluida la sillería dispuesta dentro del ruedo como zona preferencial. ¡Todo está listo en el papel!.
Transcurre el verano de ese año, los periódicos publican la noticia, la emisora de radio inicia una campaña publicitaria planeada. Crece la expectación, es el primer concierto masivo en ese género con un solo artista. Veinte días antes, en el esplendoroso Museo de la Ciudad de México, en el centro histórico, se celebra una conferencia de prensa con la presencia de VICENTE FERNÁNDEZ y las autoridades de la ciudad más grande del mundo. Se anuncia un dispositivo de seguridad total, para garantizar el buen desempeño de la función y la comodidad de los espectadores. La compañía discográfica CBS entonces, hoy Sony Music, publica un disco LP denominado “UN MEXICANO EN LA MÉXICO” que incluye la canción de Chucho Monge “México Lindo y Querido” y cuya portada muestra un dibujo en perspectiva del escenario.
Se acerca inexorablemente la celebración del día de la Independencia Nacional que tendría, por primera vez, un ingrediente esencial y espectacular. La canción mexicana brillará en la voz de quien para entonces cumple 17 años de ser la “Primera Figura del Espectáculo Nacional”.
Tláloc, el Dios Azteca de la Lluvia, también quiere participar. En los primeros días de septiembre las condiciones climatológicas derivadas de un frente frío desatan un inclemente temporal de bajas temperaturas y lluvia constante noche y día. El cielo está nublado, el viento sopla, las calles de la gran urbe permanecen mojadas. El pronóstico meteorológico no anuncia cielos despejados ni brillo del sol, cuando menos en las próximas dos semanas. La preocupación de los organizadores es evidente, pero los preparativos no se detienen. Se abriga la esperanza, pero el entusiasmo mengua. Vicente dice “adelante”.
El miércoles anterior al sábado 15 de septiembre de 1984, a la una de la tarde, el artista, las autoridades y los medios acuden al lugar del evento y los comentarios no son los mejores. Ataviado con un sombrero tejano y una gruesa chamarra VICENTE FERNÁNDEZ descalifica una posible cancelación y reitera lo que había dicho en la conferencia de prensa “Yo me quiero morir en un escenario y si esta es la ocasión y la fecha, ¡AQUÍ VOY A ESTAR!”.
Sábado 15 de septiembre de 1984, aniversario número 174 de la Independencia de México, primer movimiento liberador en el continente americano. 10:00 de la mañana…llueve. La radio transmite los éxitos de VICENTE FERNÁNDEZ. Es el día.
La transmisión da a conocer los horarios de los autobuses que partirán de las delegaciones rumbo al coso taurino. Nadie dice nada, pero la preocupación se apodera de todos. El Regente invita a la noche mexicana en el zócalo después del concierto. Hay entusiasmo, pero sigue lloviendo.
3:00 de la tarde. Los helicópteros de la policía sobrevuelan la Plaza México que aún luce vacía. Sin embargo, hay movimiento en sus alrededores. 3:30 de la tarde: increíblemente la lluvia aminora, el cielo se aclara un poco, el sol se asoma tímidamente por los pocos espacios azules. Se puebla el tendido; aparece el murmullo de miles de voces, organizadores y público, incrédulos miran al cielo y aparecen las sonrisas.
3:45 marca el reloj. Los operarios secan el escenario, activan las bocinas, las cámaras y los micrófonos, la gente busca afanosamente su lugar y tapiza de colores las barreras y el graderío de sol y sombra. 4:00 de la tarde: ¡se hizo el milagro!, el sol brilla. El respetable llena la Plaza hasta la última fila. No cabe un alma, ni la tristeza. ¿Tláloc o la Virgen?, seguramente ambos oyeron las plegarias y los ruegos de miles y miles.
4:10 de la tarde. La voz del locutor da la bienvenida y agradece la asistencia. Desgrana el aplauso. Suena el mariachi, todavía bajo un techo de plástico para protección de los instrumentos. Suenan tres temas instrumentales.
Por el túnel que conduce de la enfermería al ruedo, aparece una figura enfundada en un flamante traje de charro, confeccionado en antílope color terracota, con botonadura de metal precioso. El mariachi suena “No me sé rajar”, canción de José Carmen Fraile, un modesto campesino de Chichimequillas, Querétaro.
Y al conjuro de un nombre, que magnifican las bocinas del audio, se empieza a escribir la historia, es ¡EL ÍDOLO DE MÉXICO, VICENTE FERNÁNDEZ!
Estalla la emoción. Es ¡UN MEXICANO EN LA MÉXICO!.
Gustavo Alvite.
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